Te levantas temprano, como cada mañana, haces ejercicio, tomas tu jugo desintoxicante, te duchas y comienzas tu día laboral escuchando mantras de positivismo para mejorar la ligera incomodidad que te ha causado hablar con tu último cliente, mientras tus hijos desayunan, inusualmente tranquilos (probablemente tu energía positiva los esté contagiando) y tu pareja duerme un poco más tarde hoy…¡qué bueno, seguramente está descansando más!
¡La mañana perfecta!
O tal vez no.
Tal vez no te has dado cuenta de que tu incomodidad con el cliente es un absoluto hartazgo, que tus hijos no están tranquilos, sino tristes y preocupados porque sufren acoso escolar y tu pareja duerme de más no porque esté descansando, sino porque está deprimid@.
Terrible escenario, pero posible cuando nos negamos a ver la realidad y nuestra positividad se vuelve tóxica.
La psicología positiva es un término impulsado en los noventa por el psicólogo estadounidense Martin Seligman, quien planteaba que el pesimismo es algo que se aprende y que, por lo tanto, podemos ser felices solo enfocándonos en serlo y en ver todo positivamente. Por supuesto que esto tiene mucho de cierto y efectivo, siempre y cuando no lo llevemos al extremo.
El problema surge cuando nuestro enfoque en lo positivo nos lleva a negar y tratar de ocultar las emociones que consideramos como negativas: el enojo, tristeza, disgusto, miedo… y en nuestro afán de que todo sea agradable en nuestra vida, dejamos que esas emociones se acumulen e ignoramos sus mensajes, y caemos en lo conocido como positividad tóxica.
Si piensas que las emociones negativas solo se van si piensas en otra cosa, si minimizas la experiencia emocional de otros porque los consideras pesimistas o si los avergüenzas o castigas por no ser “suficientemente positivos”, entonces probablemente estés cayendo en el lado tóxico de la positividad.
Todas las emociones son normales, sanas y tienen un propósito en nuestra salud mental. Por ejemplo, aceptar que el cliente nos hace sentir molestos nos permitirá entender y solucionar aquello que pueda estar interfiriendo en nuestra relación con él, y que no escale. Observar que la tranquilidad de mis hijos es inusual, me permitirá hablar con ellos y entender qué les está sucediendo, para poder resolverlo.
La positividad es una maravillosa herramienta, siempre y cuando no vaya por encima de la aceptación y amor a ti mismo y a tus seres queridos, con todas las emociones que eso implica. Aceptarte y aceptar la realidad como es son signos de sana y verdadera positividad.
Por Ruth Cabrera. Coach y Psicoterapeuta.